lunes, 17 de septiembre de 2007

Dos luchas a las que me uno desde hace tiempo

En este mundo que me ha tocado vivir, existen demasiados frentes en los que luchar, lo que no quiere decir que hayas de hacerlo fúsil en ristre, sino que cuentas con otras armas menos destructivas y más poderosas como puede ser la palabra.

Desde aquí, quiero unirme a las batallas que cada día se libran contra dos de los grandes males que afectan a la sociedad moderna: el cáncer y el terrorismo, de los cuales no estamos exentos ninguno de sufrir en nuestras propias carnes.

Lanzo un soplo de ánimo a cada una de las personas que deben enfrentarse al cáncer. Por un lado, un mensaje de apoyo a los enfermos que con grandes dosis de coraje hacen frente al cáncer para que no se desanimen en su continua pugna por librarse de los efectos devastadores que esta enfermedad provoca y que, como todos conocemos, se puede vencer. Ya se sabe que hasta el pitido final no se debe dar por perdido ningún partido. Por otro, aliento para los investigadores que se devanean sus sesos en la quimera de hallar la fórmula con la que combatir y vencer el cáncer.

Aunque, en un principio, el terrorismo constituía una plaga para los ciudadanos españoles, una de las consecuencias de la globalización es que, en la actualidad, se ha transformado en un problema a nivel mundial tras la aparición del terrorismo islámico.

En España, no sólo nos enfrentamos al conflicto vasco, sino también a las acciones letales de la Yihad, ya que hemos sufrido en nuestras propias carnes y seguimos sufriendo sus perjuicios contabilizados en víctimas mortales. Los sistemas policial y judicial han despertado a golpe de atentado para acrecentar los medios empleados con los que pelear contra el terrorismo, desde la colaboración entre países, el incremento de efectivos policiales dedicados a la lucha antiterrorista hasta la modificación de las leyes a nivel penal.

No estamos ante un problema que le pueda suceder al vecino de al lado porque, en cualquier momento, esa sombra puede cernirse sobre nosotros y ser implacable sino estamos concienciados para aunar esfuerzos con el fin de mitigar sus secuelas y, en la medida de lo posible, contribuir en ambas luchas.

Por tanto, seamos globales no sólo para aprovecharnos de los beneficios, sino también para contribuir con nuestro granito de arena a apagar los ecos del cáncer y el terrorismo.

“…Cambiar el mundo, cambiar el rumbo… que arda el hielo y que el fuego calme la sed… que sonría el pesimista…que exploten los terroristas… que todos los charlatanes tenga en la boca un nudo… que sólo sean de cerveza los tanques… que se rompan las cruces… que las pistolas y los rifles sólo disparen agua… que sólo diseñen modas y no drogas… Cambiando el mundo… desde el cero al infinito… desde mi mente a tu mente… que África sea tierra mágica y no trágica… que lo diferente no provoque miedo… que el amor gane al dinero… que deje de fluir el rencor por nuestras venas…” (“Cambiando el mundo” de Nach Scratch)

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