En primer lugar, agradecerle el espectáculo ofrecido en el Gran Premio de Singapur y felicitarle por su maravilloso triunfo.
A pesar de ser objetivo de las críticas periodísticas más duras, usted ha demostrado estar un peldaño por encima de todo ello, manteniendo, contra viento y marea, su confianza en el equipo para el que corre y, sobre todo, su capacidad infinita de trabajo por llevarles a lo más alto del cajón.
Durante este fin de semana, hemos visto como su sombra se transformaba en esa luz que nunca ha dejado de brillar en el firmamento de la Fórmula Uno, porque, al fin y al cabo, no vamos a negar que su nombre pasará a la historia con grandes letras.
Sus mágicas manos han viajado en direcciones opuestas desde la desesperación hasta la euforia, desde la "derrota" hasta la victoria final.
Como buen amante del fútbol, usted ha demostrado que, hasta el último pitido (banderazo), no hay que bajar los brazos y estar preparado para un rápido contraataque que permita marcar el gol del triunfo en la meta rival.
Su épica victoria en Singapur casi es comparable con la Reconquista de nuestro gran Pelayo, quien, como usted, desplegó su arma más valiosa, la inteligencia, para vencer a tropas mejor equipadas.
Gracias por seguir siendo el mismo.
A pesar de ser objetivo de las críticas periodísticas más duras, usted ha demostrado estar un peldaño por encima de todo ello, manteniendo, contra viento y marea, su confianza en el equipo para el que corre y, sobre todo, su capacidad infinita de trabajo por llevarles a lo más alto del cajón.
Durante este fin de semana, hemos visto como su sombra se transformaba en esa luz que nunca ha dejado de brillar en el firmamento de la Fórmula Uno, porque, al fin y al cabo, no vamos a negar que su nombre pasará a la historia con grandes letras.
Sus mágicas manos han viajado en direcciones opuestas desde la desesperación hasta la euforia, desde la "derrota" hasta la victoria final.
Como buen amante del fútbol, usted ha demostrado que, hasta el último pitido (banderazo), no hay que bajar los brazos y estar preparado para un rápido contraataque que permita marcar el gol del triunfo en la meta rival.
Su épica victoria en Singapur casi es comparable con la Reconquista de nuestro gran Pelayo, quien, como usted, desplegó su arma más valiosa, la inteligencia, para vencer a tropas mejor equipadas.
Gracias por seguir siendo el mismo.
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