miércoles, 14 de noviembre de 2007

Inmigrante legal sin papeles…

En la actualidad, el fenómeno migratorio se ha transformado en un problema social para muchos países, entre ellos, España. Es tal el impacto del mismo que nos encontramos sobrepasados, en muchas ocasiones, por las continuas oleadas de “barquitos de papel” cargados de miradas aliviadas de alcanzar nuestras costas y sueños empapados de salitre.

A diario, podemos observar estas imágenes en la televisión que no dejan de ser un claro ejemplo del abismo existente entre el primer mundo y el tercer mundo. Es duro contemplar cómo son capaces de luchar por cumplir sus sueños al precio que sea, con tal escapar de una situación de pobreza mayúscula.

Por desgracia, contribuir a mejorar sus condiciones de vida en los países de origen se escapa de la propia solidaridad humana, quedando en manos de tantos intereses políticos y económicos, que comercian con la vida del ser humano como si fueran parte de una estrategia política o de un mercado de valores.

Sin embargo, todos podemos llegar a ser inmigrantes por unas razones u otras.

Sí, yo soy un “inmigrante legal sin papeles”… como dice mi paisano y rapero Dark La Eme. Me ha tocado serlo dentro de mi propia patria como les sucede a otros tantos ciudadanos españoles. Por diversos motivos, somos muchos los que hemos tenido que hacer el equipaje, cruzar nuestros límites provinciales y aterrizar en otros parajes, dejando atrás parte de nuestras raíces.

Por ello, quiero hacer un pequeño homenaje a todos aquellos que hemos emprendido una nueva vida lejos de nuestro hogar.

Sí, tienes razón, no he tenido que coger un “cayuco”, ni jugarme el pellejo, ni sortear la vigilancia policial. Aún así, al igual que ellos, buscar un futuro, ni mejor ni peor, ha significado ser un inmigrante también con todas sus ventajas y desventajas.

Sí, soy “legal”, tengo papeles, pero mi familia, mis amigos y ese aroma peculiar están a muchos kilómetros y, después del tiempo transcurrido, los añoro cada día un poco más, recordando, especialmente, los sacrificios que han hecho mis padres por darme la mejor educación para luego tener que vivir las alegrías y tristezas de un hijo desde la distancia.

Lo desconocido siempre asusta y, sobre todo, cuando te toca dar pasos en nuevo firme sin el aliento de una mano amiga y los guisos de “mamá”. Por esto y por otras razones, “ser “inmigrante legal sin papeles” no es un camino de rosas. Millones de dudas alrededor hacen sinuoso ese camino, enfrentándome a una población diferente, a costumbres nuevas e incluso a otra forma de hablar, que es reflejo de las propias distancias que existen entre unas provincias y otras de un mismo país.

Tras tanto tiempo fuera de mi tierrina del alma y conocer varias ciudades de la geografía española con sus peculiaridades, no soy fiel al dicho "no eres de donde naces, sino de donde paces". Sigo sintiendo mi alma todavía astur y me enorgullece, como también lo hace encontrarme con otros “inmigrantes legales sin papeles”, en especial, en este mundo del blog. Todos nosotros sacamos un billete de ida, aunque “la vida allí era como un recreo” y, ahora disfrutamos, superadas las dificultades, de nuestro hogar de acogida.

“...Siempre preferí ir de sidras a ir de cañas… te tira lo de allí… a nadie engañas… El otoño, el “amagüestu”… Niebla en el valle del Huerna… La sidra aquí no sabe igual que allí, qué va, qué esperas… El ocho de septiembre, el color azul mi favorito… el verde intenso es lo que piso… Cerraron tus minas… condenaron a tus hijos al exilio… Las leyendas de trasgos… Asturias, paraíso natural, o no lo ves…” ("Un asturiano en Madrid” de Dark La Eme)

2 comentarios:

Moony-A media luz dijo...

Supongo que siempre, en algún momento, con papeles o sin ellos, se nos vuelve la vista al lugar donde nacimos. Es inevitable ¿si? demasiados instantes pegados a la piel para poder olvidarlos.

Un abrazo.

Desde mi Atalaya dijo...

Alex, tienes tanta razon en lo que dices, la tierrina se lleva en el alma, en la sangre, y siempre se tiene morrina de lo que se ama.
Pero muchas veces la vida nos obliga a caminar distancias inimaginables, cruzar oceanos,y seguir viviendo...por eso, la pena solo es de uno, es dificil que la entiendan quienes no lo pasan.
Un super abrazo,
Soraya

 

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