Hace muchísimo tiempo, en una remota región, el señor del lugar obligaba a las familias a abandonar a los ancianos en una montaña. creía que de esta forma se libraba de bocas que alimentar que no aportaban ningún beneficio a la comunidad.
En una casa apartada había un anciano que acababa de cumplir los 70 años. Durante toda su vida había trabajado sin parar, pero había llegado el fatídico día. Toda la familia lloraba por tener que abandonar al abuelo en la montaña, por lo que el hijo se rebeló y poniéndose en pie, juró:
-No pienso obedecer las órdenes de nuestros señor, por muy amo que sea de las tierras que cultivamos. Aunque se haya hecho siempre, abandonar a los mayores después de una vida entera de sacrificios no me parece justo. Padre, voy a acondicionar el sótano para que no le pueda ver nadie, pero así seguirá viviendo y estará con nosotros.
Así fue durante unas semanas. Cada tarde, el anciano jugaba con los nietos y por las noches charlaban animadamente todos los miembros de la familia alrededor del fuego.
El señor del lugar, que era bastante caprichoso, a veces pedía a sus súbditos que hiciesen cosas muy difíciles. Un día reunió a todos los campesinos del pueblo y les dijo:
- El que me traiga una cuerda tejida con ceniza se librará de pagarme el diezmo este año.
Todos se pusieron manos a la obra, pero les resultaba absolutamente imposible. El joven campesino volvió rumiando a su casa y pidió consejo a su padre, como había hecho siempre que tenía un problema. El anciano, sonriendo, le respondió:
- Es muy sencillo. Sólo necesitas trenzar una cuerda apretando mucho los hilos. Luego debes quemarla hasta que sólo queden las cenizas.
El campesino así lo hizo ante su señor, quien sorprendido por la astucia del joven proclamó:
- Estoy orgulloso de tener gente tan inteligente como tú en mis tierras. ¿Cómo eres tan sabio?
El joven decidió contarle toda la verdad:
- Veréis, señor, debo ser sincero. Yo debería haber abandonado a mi padre en la montaña porque era mayor, pero no lo hice. La tarea que me encomendó era tan difícil que sólo se me ocurrió preguntarle a él, como siempre he hecho ante las cosas que no sé. Él me explicó cómo hacerlo.
Cuando el señor escuchó toda la historia se quedó impresionado y se dio cuenta de la sabiduría de los ancianos:
- Este campesino y su padre me han demostrado el valor de las personas mayores. A partir de ahora, ningún anciano deberá ser abandonado.
El territorio del señor fue, a partir de ese momento, el más próspero de la zona, ya que unía la fuerza de los jóvenes con la sabiduría de los mayores.
Cuento popular japonés
3 comentarios:
Alex, precioso cuento y muy real, porque cuando oyes a los ancianos es como acceder a un libro de maravillas y luego, cuando te quedas pensando, te das cuenta que es la vida...
Estoy muy contento por tu regreso y hay que ver todos los cambios que hay por aquí :))
Te ha quedado el blog magnífico.
Un fuerte abrazo
ME ha gustado mucho. Nuestros señores actuales, esto es, los que rigen nuestros destinos desde administraciones locales, autonómicas y estatales, deberían tomar buena nota. Gracias por un rato tan agradable. Saludos.
Gracias por vuestras palabras... y por seguir ahí.... después de tanto tiempo....
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