Por tanto, era obvio que “
Los crímenes de Oxford” ocuparía un lugar privilegiado entre mis elecciones filmatográficas por aunar todos los ingredientes necesarios para mi próxima incursión
holmesiana y, ciertamente, es que la trama no me ha defraudado en absoluto, con toda probabilidad porque las matemáticas y yo hemos mantenido una relación tormentosa desde siempre.
¿Cómo resolver una sucesión de crímenes partiendo de enunciados matemáticos? Yo no lo sé, pues aún sigo con lo de “
Pablo compró seis kilos de manzanas al frutero de su barrio… ” y, encima, bastante tengo con los anagramas de
Pedro.
Martin (Elijah Wood) es un estudiante norteamericano que se traslada hasta la Universidad de Oxford con el firme propósito de que el célebre profesor de Lógica, Arthur Seldom (John Hurt), sea quien dirija su tesis. Sin embargo, Martin se da de bruces con la reacia actitud del profesor, lo que le lleva a replantearse el verdadero motivo de su viaje, pero algo va a aplazar su regreso a casa.
Gracias a un sublime plano-secuencia (que podría llevar la firma de un gran cineasta de la talla de Alfred Hitchcock), Arthur y Martin descubren el cadáver de Mrs. Eagleton (Anna Massey) en el salón de su casa, lo que dará el pistoletazo de salida en una carrera contrarreloj por desvelar el siguiente símbolo que pueda conducirles al próximo asesinato, llevando a que temas relacionados con la filosofía y las matemáticas entren en escena y le confieran un importantísimo valor añadido a la trama.
Aunque se tratan de crímenes casi imperceptibles, que podrían incluso considerarse muertes naturales, todos ellos vienen acompañados de un mensaje: un signo diferente en casa ocasión que, óbito tras óbito,va dando forma a una serie, cuya lógica deberán descifrar los dos protagonistas.
¿Qué tienen en común una circunferencia o un triángulo? ¿Qué papel juega en cada muerte la
teoría del caos, el
Tractatus Logicus Filosoficus de Ludwig Wittgenstein, la t
eoría de códigos, las series numéricas, la geometría fractal, la
Conjetura de Fermat y su demostración por parte de Andrew Wiles en Cambridge, el
Principio de Incertidumbre de Heisenberg, la
Paradoja del Mentiroso o el
Teorema de Incompletitud de Gödel?
La respuesta sólo se halla en la propia película, hasta el punto de plantearnos cuestiones como si es posible alcanzar la verdad.
Al margen de todo ello, la presencia de Lorna, interpretada por Leonor Watling, se limita a mostrar su escultural cuerpo sin más juego que el propio de esas escenas, en contraposición con la más que meritoria labor de Beth (Julie Cox) en su personaje de hija ennegrecida por su tensa relación con su madre Mrs. Eagleton.
Otra figura siniestra inquieta al espectador, como es Podorov (Burn Gorman), compañero de despacho de Martin, quien realmente está pasado de “revoluciones”.

Y, por supuesto, detrás de este largometraje dirigido por el español Álex de la Iglesia, se esconde el texto original bajo la novela del mismo nombre, obra del escritor argentino Guillermo Martínez, cuya lectura recomiendo vivamente.
Elijan la opción que elijan espero que disfruten tanto como yo lo he hecho, aunque, en mi caso, por ambas partes (cine y literatura).
